jueves, 21 de octubre de 2010

CONCLUSION

CONCLUSIONES

La encuesta Percepción ciudadana sobre la inseguridad en Naucalpan revela que
los habitantes de Naucalpan de Juárez, en el Estado de México, tienen una percepción
negativa sobre la seguridad en el municipio.

Los resultados echan por tierra nuestra hipótesis principal dado que no existe relación
aparente entre la victimización directa, la falta de confianza en las autoridades, el miedo al
delito, la adopción de medidas de autoprotección; y la percepción de inseguridad de
los ciudadanos.

Sobre todo, si consideramos que lo más significativo de los resultados de nuestra
investigación empírica es que la tasa de victimización directa es baja; mientras que los índices
de percepción de inseguridad son bastante altos.

Por tanto, ¿cómo se podría explicar el que los niveles de percepción de inseguridad sean
mucho más altos que la victimización objetiva de los ciudadanos?

En principio debemos considerar que el tema tiene implicaciones epistemológicas, teóricas
 y metodológicas, lo cual evidencia un problema serio: la arbitraria división entre los
“hechos objetivos” y aquello que se denomina como “percepciones subjetivas”. Esta visión
dual, refleja más bien el antiguo y viejo dilema entre la objetividad y la subjetividad, como
vías mutuamente excluyentes para entender la realidad. Por esta vía se pierde de vista,
entonces, que hay una relación muy fuerte, estructurante y de afectación mutua, entre las
ideas, los discursos y las imágenes mentales, con la percepción; que no necesariamente
están respaldados por los hechos y acontecimientos “reales” que viven las personas. (
Manuel Dammert Guardia, Percepción y participación, 2007).

La percepción de inseguridad es uno de los fenómenos más paradójicos de las
ciudades contemporáneas pues funciona de manera bastante independiente con respecto a
los índices de criminalidad, y también en relación con las políticas de intervención sobre
la inseguridad.

Asimismo, en la mayoría de escenarios donde se han realizado encuestas de esta naturaleza,
 la percepción de inseguridad cuantificada adquiere niveles superiores a los propios niveles
de actos delictivos cometidos. “Según la encuesta realizada por “Apoyo…” en abril de 2007,
en Lima, el 83% de los habitantes se siente inseguro en la calle y 41% al interior de sus
hogares. Sin embargo, la misma encuesta muestra que sólo el 32% de los entrevistados ha
 sido asaltado en calle, y sólo el 14% ha sufrido un robo en su vivienda (Apoyo Opinión
 y Mercado, 2007).

Si bien este hecho podría considerarse como una contradicción, en realidad no lo es, puesto
 que más allá de las cifras, la simple percepción del agravamiento de losproblemas delictivos
o delincuenciales conduce a que la población desarrolle una sensación de temor.

Cuando una persona se siente amenazada, perseguida; cuando siente que no tiene
seguridad para caminar por la calle, está expresando una sensación subjetiva de la
inseguridad de la ciudad y va a asignar sentidos propios a hechos o a actos materiales que
 en otras circunstancias tendrían otros sentidos. De ahí que la percepción de inseguridad es
 un fenómeno correlacionado, pero distinto, de la ocurrencia misma de las diferentes formas
 de violencia en  una sociedad.

Según un informe del Banco Interamericano de Desarrollo (2000),son varias las causas de
este fenómeno: por un lado, la alta frecuencia de ciertas formas de criminalidad

(delitos comunes), aún cuando esta no vaya acompañada de altas tasas de delitos más
graves (homicidios); por otro lado, la idea de ineficacia de la justicia o de la policía influye
en la formación de un clima de impunidad; y, por último, el despliegue desmedido del delito
y la violencia en los medios de comunicación, lo cual tiende a producir en la sociedad
una sensación de peligro e inseguridad desproporcionada.

De estos datos se puede inferir que las personas poseen, en mayor cantidad,
informaciones derivadas de experiencias que no son propias y que, desde luego,
están matizadas por la orientación de quien las emite. Esto contribuye a que las
personas, además de expresar su temor concreto a ser víctimas de delitos,
involucran situaciones mucho más abstractas, en las que involucran sus percepciones
referentes a la responsabilidad de las autoridades en la protección de sus familias y comunidades.

En ese sentido, tomando como eje explicativo el modelo de Zaller, cuando las personas
afirman que la inseguridad ha aumentado, lo hacen considerando un cúmulo de
 informaciones cotidianas que les dice que en efecto hay cada vez más delitos, y
su predisposición respecto de quién es responsable de que esto ocurra; así que una
 afirmación de esa naturaleza, en el contexto del municipio de Naucalpan, hoy día, supone
que quien así responde lo hace independientemente de que haya sido víctima de un delito,
 e implica reconocer que su predisposición en cuanto a la policía (como institución, y de
 todo aquel que represente a las instancias encargadas de salvaguardar las propiedades
 e integridad de los ciudadanos) o en tanto que gobierno per se, es en principio negativa.

Más aún, cuando existe un antecedente como el reflejado en 2004 ¾recuérdese la marcha
contra la violencia¾. La Encuesta Internacional sobre Criminalización y Victimización    ( Enicriv),ponía de manifiesto que 30 millones de mexicanos, sobre una población de 103
millones, había sufrido algún tipo de delito en los últimos cinco años”. Además de que el temor
se maximiza por los discursos alarmistas que se encuentran institucionalizados en los medios
de comunicación y cuyos efectos

  son pilares en la construcción de la opinión pública generalizada sobre la “situación
  crítica” de inseguridad ciudadana.
Diversos estudios avalan la idea de que las informaciones sobre el delito tienen una
influencia significativa cuando ya existe una extendida sensación de inseguridad, cuando las
personas se muestran particularmente sensibles y receptivas a creer determinados
 mensajes; entonces, los discursos mediáticos refuerzan las creencias ciudadanas: La
percepción ciudadana. Para decirlo con Zaller, las personas están predispuestas a vivir con
miedo.

Porque según Francesc Barata (2007), en el sistema dual, percepción y realidad: “El
dilema se presenta en múltiples territorios del devenir cotidiano, pero adquiere una
dimensión especial en el mundo referido del crimen, los miedos y las inseguridades”.

Llegamos aquí a un problema que excede el propósito de este estudio, pero sin duda
habrá que analizarlo.

¿Crean los medios alarmismos sociales?

Para responder a esta pregunta cabe reflexionar primero respecto a cuáles son las
fuentes de información ciudadana sobre el mundo del crimen. Podemos decir que aquello
que los ciudadanos saben en el plano racional y sienten en el plano emotivo sobre los
asuntos delictivos se canaliza a través  de tres ámbitos: a) el contacto directo con el delito;
 b) la experiencia transmitida por personas próximas; y c) las informaciones y relatos que
suministran los medios de comunicación y las industrias culturales. Estos tres ámbitos
conforman lo que el pensamiento criminológico denomina las fuentes del miedo; un sentir social
 que, como dice Rosa del Olmo (2000), es difuso y confuso. Un lugar donde las experiencias
 reales se mezclan con la imaginería del miedo al crimen y la inseguridad.

La experiencia transmitida por personas próximas constituye otro de los elementos
poderosos del miedo al crimen. Los estudios sobre victimización ponen de manifiesto
cómo los individuos interiorizan como propias las experiencias de familiares y amigos.

Las informaciones y relatos que suministran los medios de comunicación y las
industrias culturales constituyen el tercer elemento que amplía o reduce los miedos y las
angustias sociales que genera el miedo al delito.  En la percepción  los hechos vividos
 y los hechos comunicados se interfieren, se refuerzan o se anulan en la mente de las
personas. No importa qué haya de realidad o proyección imaginaria, porque en definitiva,
todo se transforma en sentir ciudadano. La claridad de la experiencia se mezcla con la
claridad del significado de la experiencia De ese proceso complejo surge algo más que el
 miedo al delito, aparece el miedo al miedo.

Dichas constataciones nos llevan a establecer que hay que analizar los temores al crimen y
las (in) seguridades ciudadanas como estructuras narrativas que se alimentan tanto
de las experiencias reales como de los relatos que circulan en la sociedad, en particular aquellos
 que emiten los medios de comunicación y las industrias culturales (…)

“En las actuales sociedades de la información resulta difícil pensar en los alarmismos
sociales sin contemplar el papel de los medios, ya que son éstos los que
transforman en acontecimientos públicos los hechos que tienen lugar en ámbitos más reducidos
 de la colectividad (Rodrigo, 1999).

Los alarmismos ciudadanos tienen una dimensión pública que difícilmente puede construirse
 sin la acción de las imponentes maquinarias discursivas mediáticas.

Las industrias de la comunicación aparecen como grandes mediadores entre la ciudadanía
 y el mundo del delito, y buena parte de lo que ésta sabe y se imagina sobre el crimen tiene
que ver con las imágenes difundidas por la televisión, las informaciones radiofónicas
y los acontecimientos que aparecen en la prensa escrita. Los medios son mucho más que
simples mediadores entre la ciudadanía y el sistema de justicia penal, pues son unos
mensajeros particulares, ya que elaboran el mensaje que llevan a la sociedad. 

Si bien no es fácil medir con precisión la influencia de los discursos mediáticos, en virtud de
que no tenemos una sociedad sin mass media, somos la sociedad informacional que
 señala Castells (1997), donde los flujos informativos son parte constitutiva de nuestro
 cuerpo social. No parece casual que el crecimiento que ha experimentado el
sentimiento de inseguridad tenga un paralelismo con la creciente presencia de los
contenidos criminológicos en los medios, desde las informaciones de nota roja hasta los
programas de entretenimiento. Explicar el miedo a sufrir un delito requiere contemplar, cada vez
 más, la importancia de los medios de comunicación en la formación de los imaginarios
colectivos de la (in)seguridad.

De aquí que sea el momento de planteamos una nueva hipótesis: la percepción negativa
sobre la inseguridad no surge sólo de la intensidad de la amenaza criminal a que estamos
expuestos o de la experiencia de victimización que hemos vivido, sino además del reflejo que
hacen los medios de comunicación de este fenómeno, y de esta manera lo potencian o
magnifican (aquí tendremos que analizar la importancia de la Agenda setting). Si, sólo
sí, las condiciones están dadas para que sea percibido como real. Habrá, según John R.
Zaller, predisposición a que se perciba un clima de inseguridad generalizado.

(VER ANEXO I: Análisis de Agenda setting. Información recabada del 15 de enero al
15 de febrero de 2008. Complementado con la dinámica de Focus Group (ANEXO II),
realizada el 5 de marzo de 2008).

En la revisión a detalle del contenido de lo publicado (del 15 de enero al 15 de febrero de
2008 en algunos de los periódicos metropolitanos más importantes), se puede notar la
existencia de una lógica repetitiva en la construcción de este tipo de información, pues ésta se
 utiliza casi uniformemente en los diferentes textos que abordan la percepción de inseguridad.

En primer lugar, el tema apareció 345 ocasiones en los periódicos revisados: La Jornada,
Excélsior, El Universal y Reforma; y sólo cambia la ubicación (tanto en términos geográficos
 como de estrato social). Es decir, tarde o temprano cualquier barrio o calle del mapa
urbano metropolitano; o de cualquier ciudad de la República mexicana puede convertirse
en un representante del temor ciudadano.

El papel de los medios adquiere en la actualidad una mayor relevancia por ser “la percepción
 de la inseguridad, según González Placencia, una de las cuestiones emergentes en el
ámbito criminológico. Los miedos ciudadanos se han convertido en un tema central tanto
 en la actuación de buena parte de los operadores del sistema penal, como de los organismos
 que diseñan las políticas públicas en materia de seguridad. Para los actores penales ya
 no es suficiente con saber las cifras delictivas, ahora se quiere medir el miedo al crimen y
enfocar las políticas criminales para apaciguar los temores ciudadanos”.

Después de creer que estamos viviendo un clima de inseguridad insostenible, el intento de
 acortar la brecha entre la percepción negativa y la realidad “objetiva” –si esta fuere positiva—
 es muy complejo.



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